29 de diciembre, a tan solo dos días de que este año 2020 termine, los
tímidos rayos del sol bañan mi rostro mientras escribo estas líneas y sin
esperarlo, me he acordado de ti.
Sin poder evitarlo mis dedos se han acercado al móvil y han puesto tu
villancico favorito. Nada más escuchar los primeros acordes he empezado a
sentirte a mi lado. Tan lejos de tu hogar, pero tan cerca de mí. Supongo que
era esto lo que me faltaba para tener unas Navidades casi como las que
recuerdo, sentirte tan cerca como cuando podía abrazarte, darte un beso o
escucharte cantar este villancico que ahora inunda la habitación en la que me
encuentro. Pero a pesar de que puedo escucharlo, no soy capaz de entonar un
solo verso sin que se me quiebre la voz.
Estos dos últimos años han sido más duros de lo que pensaba a pesar de
todo el tiempo que ha pasado desde que ya no estás entre nosotros porque
después de 20 años, sigue doliendo. Pero poco a poco este dolor se está
convirtiendo en resignación y supongo que es algo que tendría que llegar tarde
o temprano.
En el fondo, he intentado evitar este momento para no volver a sentirme
como esa niña indefensa de 9 años, pero enfrentarnos a nuestros miedos y
pérdidas, al final es lo que nos cura el alma. Mentiría si dijera que mi alma
está totalmente curada porque eso no pasará nunca, pero día tras día, año tras
año, la herida es un poco más pequeña y el día que nos volvamos a encontrar, mi
corazón volverá a estar completo.